sexta-feira, 6 de dezembro de 2013

El papa Francisco impulsa la cruzada contra la pederastia

El Papa se reúne con los obispos tras su audiencia semanal en el Vaticano. / A. B.

A partir de ahora, los sacerdotes y religiosos que vayan a trabajar con niños no solo tendrán que estar en paz con Dios, también deberán tener un pasado legal y psiquiátrico intachable. El papa Francisco —según ha anunciado hoy el arzobispo de Boston, Sean Patrick O’Malley, uno de los ocho cardenales encargados de reformar la curia— ha instituido una comisión específica para luchar contra la pederastia en el seno de la Iglesia. Algunas de las medidas apuntadas por el cardenal O’Malley, como la de colaborar con la Justicia o asistir a las víctimas, parecen de sentido común, pero suponen un giro de 180 grados con respecto a lo que, históricamente, ha venido haciendo el Vaticano.

Durante décadas, la jerarquía de la Iglesia católica miró hacia otro lado ante el más sucio de los crímenes, encubrió a sus autores y despreció a las víctimas. Solo en febrero de 2012, el papa Benedicto XVI organizó un simposio en Roma para romper públicamente el silencio cómplice del Vaticano ante los miles de casos de abusos sexuales hacia menores de edad —4.000 denuncias en los últimos 10 años— cometidos por sacerdotes y religiosos. Joseph Ratzinger, ya acosado por las guerras de poder que provocarían su renuncia justo un año después, pidió entonces una “profunda renovación en todos los niveles” de la Iglesia para combatir la “tragedia” de la pederastia y obligó a los superiores de 30 órdenes religiosas y a los representantes de 110 conferencias episcopales a escuchar en directo el sufrimiento de Marie Collins, una mujer irlandesa que padeció de niña los abusos de un sacerdote. Aquel simposio fue la primera ocasión en que la Iglesia miró cara a cara a las víctimas, la primera vez que un Papa lanzaba el mensaje de “tolerancia cero” contra los abusos. Ahora se trata, según explicó el cardenal Sean Patrick O’Malley, de buscar herramientas concretas para no repetir un pasado tenebroso.

La primera es que el papa Francisco no está solo en el empeño. Es más, según dijo el arzobispo de Boston —una de las diócesis más golpeadas por las denuncias de pederastia—, se trata de un encargo realizado al Papa por el llamado G-8, la comisión de ocho cardenales encargados de reformar la curia: “Todos los cardenales estábamos muy entusiasmados con la propuesta y muy contentos por la respuesta positiva del papa Francisco”. La segunda es que ya no se trata de golpes de pecho más o menos sinceros. La comisión —cuya composición y competencias concretas serán especificadas por Jorge Mario Bergoglio— pretende crear una red mundial para detectar, denunciar y evitar este tipo de delitos.

“La Santa Sede”, según el arzobispo de Boston, “pedirá a las conferencias episcopales que formulen sus propuestas concretas”. Pero el objetivo parece claro: la comisión tendrá que informar a Francisco sobre la situación actual del problema —con especial atención a las víctimas— y establecer reglas muy concretas sobre la prevención y el castigo de los clérigos pederastas en todo el mundo. El cardenal O’Malley se refirió durante el anuncio —estuvo acompañado por el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi— a algunas de las posibles medidas: “En Boston dieron resultados importantes los cursos de formación para las personas que vayan a trabajar con menores; y también fue muy útil para reconocer a las víctimas de forma rápida el estudio de los precedentes penales de las personas que vayan a tratar a los niños”.

La Iglesia pretende que de los trabajos de la comisión —de la que también podrán formar parte laicos de reconocido prestigio— desemboquen en un manual muy claro para proteger a los niños. Y también para que, en el caso de que esos controles fallen, jamás se vuelva a mirar para otro lado. Al igual que ha empezado a suceder con los asuntos relativos al manejo irregular de los fondos del Vaticano, Jorge Mario Bergoglio se muestra partidario de una colaboración sincera con las autoridades. La comisión, según añadió el arzobispo de Boston, tendrá que poner los hechos punibles en conocimiento de la justicia civil y también de los obispos de las respectivas diócesis, además de ofrecer apoyo psicológico a las víctimas y también a los agresores. El objetivo final es crear un “ambiente de seguridad” para los niños.


No son pocos quienes todavía recelan de la autenticidad del compromiso del papa Francisco con la renovación de la Iglesia. ¿Cuándo pasará Jorge Mario Bergoglio de las palabras a los hechos?, se preguntaban los escépticos. La renovación del Instituto para las Obras de Religión —IOR, el banco del Vaticano— y, ahora, la apuesta decidida por luchar contra la pederastia parecen indicar que la época de los hechos ya ha comenzado. Durante el vuelo de regreso del viaje a Río de Janeiro, el papa Francisco estableció muy claramente la frontera de lo admisible y lo inadmisible. “Una cosa es perdonar un pecado de juventud”, dijo al referirse a la supuesta conducta desordenada de uno de sus colaboradores, “y otra cosa es un delito. Y la pederastia es un delito muy grave”.

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