La escuela después del caos
Las tecnologías han puesto en tensión un modelo educativo que apenas ha cambiado desde el siglo XIX
Los especialistas creen que el cambio es inevitable
Los alumnos se aburren en la escuela, opinan multitud de expertos. Lo
que tienen fuera es mucho más atractivo —Internet en todas partes a
través de sus dispositivos móviles, por ejemplo— que el mundo
compartimentado de saberes estancos que se les ofrece dentro. Hay quien
piensa que el problema es que los jóvenes ya no gastan la capacidad de
sacrificio de antaño y que habría que imponérsela a base de disciplina,
premios y castigos. Pero también hay muchos especialistas que creen que
el modelo de escuela nacido con la revolución industrial apenas ha
cambiado y por eso ya no sirve en la era digital, en la que toda la
información está a un clic de distancia y los estímulos se multiplican
hasta la extenuación.
Esta última es la opinión de Dolors Reig, psicóloga social y editora
del blog El Caparazón, que moderó el jueves pasado el debate titulado La
educación, ¿qué estamos haciendo mal?, dentro del encuentro
internacional Red Innova celebrado en Madrid. Pero la cuestión es que se
lleva muchos años hablando de esa transformación sin que el debate
consiga realmente convertirse en cambio real en el aula, pues, de hecho,
la discusión sigue muchas veces atascada en si realmente la tecnología
sirve o no para mejorar los resultados escolares.
“Lo que ha pasado con Internet en la escuela es lo que pasa con la
Red cuando llega a cualquier sitio: lo primero que ocurre es un caos
tremendo, simplemente, porque casa muy mal con el modelo antiguo”, dijo
José de la Peña, director del área de Educación de la Fundación
Telefónica, que aconsejaba no dejarse llevar por el momento de caos a la
hora de hacer balances y reflexiones. En todo caso, dijo, el sistema
está abocado irremediablemente, opina, a cambiar “cómo se enseña y qué
se enseña”.
A pesar del argumento repetido hasta la saciedad de la resistencia
docente al cambio, “hay muchísimos profesores que ya innovan”, insistió
Miguel Barrero, director general Santillana Negocios Digitales (la
editorial, que pertenece a PRISA, organizó el debate). El problema,
quizá, es que aún no se les ha dado a los maestros herramientas
tecnológicas realmente eficaces en un aula, no se le ha ofrecido una
formación adecuada: “Probablemente no hay que dar cursos para aprender a
usar el PowerPoint, sino para innovar o para promover el talento”,
dijo. Además, el cambio tienen que acompañarlo los padres y la
Administración, añadió, pues no llegará muy lejos si se transforma la
manera de enseñar, pero no la evaluación. Es decir, si lo único que se
sigue valorando es, por ejemplo, la capacidad de cálculo.
Y es esta otra de las claves que se ofrecieron en el debate.
Probablemente sí están cambiando —quizá mucho más de lo que puede
parecer— las formas de enseñar, pero apenas se han tocado los
contenidos. De hecho, Dolors Reig había abierto el encuentro apuntando:
“Si la educación se ha centrado tradicionalmente en la lectoescritura,
el cálculo, etcétera, debe abrirse ahora a las denominadas inteligencias
múltiples o también potencialidades del hemisferio derecho de nuestro
cerebro: la creatividad, los lenguajes audiovisuales en general, la
competencia para relacionarnos, la emoción...”.
Sobre el fomento de la creatividad habló el paleontólogo Ignacio
Martínez Mendizábal. La creatividad, explicó, consiste en dar respuestas
nuevas a los problemas a partir de los conocimientos que ya se tienen
y, después, buscar la manera técnica de llevar la idea a la práctica.
Pero antes de todo eso, hace falta un primer paso: la rebeldía de
cuestionar las soluciones ya ensayadas. “¿Cómo vamos a fomentar la
rebeldía? Y, sobre todo, ¿estamos dispuestos a fomentar la rebeldía en
las escuelas?”, se preguntó el especialista, premio Príncipe de Asturias
de Ciencia y
Tecnología por su trabajo en las excavaciones de
Atapuerca.
Carlos Grau, de Microsoft, se centró en la otra mitad de la
discusión, la del cambio del “cómo se enseña” y en cómo las tecnologías,
aunque por sí solas no tienen por qué mejorar nada, bien utilizadas
pueden significar un importante apoyo. Y, de hecho, ya han cambiado la
realidad del aula. “Ofrece entornos mucho más ricos, muchas más
posibilidades de personalizar la enseñanza, rompe las barreras del
espacio y el tiempo pues la información se hace ubicua y todo ello
cambia la posición del profesor, hasta convertirle en un facilitador
dentro de un entorno colaborativo, donde los alumnos aprenden junto a
los compañeros de otras clases, de otros colegios, de otros países....”.
El País -
J. A. Aunión -
Madrid
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